Con nuestra comida cotidiana buscamos maridajes sabrosos y correctos, considerando el peso, aromas y textura de vino y del plato. Pero hay algunos maridajes que parecen milagros de la naturaleza. Conozcamos estos duetos celestiales.
Como en todos los maridajes, tenemos que buscar una equivalencia de texturas, pesos y notas aromáticas entre el vino y nuestra receta. Sin embargo, existen combinaciones que parecen inseparables, que se profesan un amor que va más allá de lo terrenal. Aquí no existen “peros”. Todo es armonía. Tenemos la sensación de que estamos frente a la perfección, en un paraíso culinario, saboreando ambrosía y néctar.
1. Burbujas y caviar
Un elegante vino espumante y caviar es un maridaje realmente divino. La sensación refrescante de las burbujas del vino y el suave trazo salado de los “huevitos” del esturión, son simplemente un maridaje sublime. El caviar de esturión, este pez que se encuentra comúnmente en Rusia, es un verdadero lujo y sinónimo de la cocina real. La leyenda cuenta que los zares fueron los primeros en descubrir esta exclusiva pareja, pues bebían, entre campañas y fiestas, cantidades imperiales de Champagne.
Este suntuoso maridaje ya se ha convertido en un clásico. El caviar, en sí mismo, no suena muy glamoroso, si lo definimos como “una gruesa pátina de aceite de pescado de un sabor salado con la textura de micro-boba”. Sin embargo, cuando en nuestro paladar se funde con un fino vino espumante como Subercaseaux Grande Cuvée, el caviar se convierte en un paté aireado que recubre nuestra boca, jugando con absolutamente todos nuestros sentidos.
La gran gracia de este maridaje está en la sensación refrescante que queda después de cada sorbo de vino espumante. El vino refresca y limpia nuestro paladar. Ambos componentes del maridaje tienen una textura y peso similares, además sus aromas se complementan en forma muy natural. La ligereza de la textura y la intensidad de sabores exhibidos por ambos elementos ayudan a crear una experiencia perfecta.
2. Chardonnay y langosta
Entre todos los frutos del mar, la langosta es una deliciosa rareza. Definitivamente no es un plato para todos los días, pero cuando logramos conseguirla nos regala una textura fina y cremosa, y aromas delicados. Ahora, si la servimos con un elegante y complejo Chardonnay como Marques de Casa Concha Chardonnay, realmente se produce una fiesta celestial en nuestra boca.
La langosta se sirve generalmente con mantequilla. Por eso su maridaje óptimo es con un Chardonnay guardado en barrica francesa, que posea notas mantequillosas y de pan tostado. La langosta tiene más peso que otros mariscos y necesita un vino que pueda hacerle frente, mientras los sabores marinos de ambos (el Chardonnay proviene del Limarí más costero) se van entrelazando en nuestra boca.
Sin duda es un espléndido ejemplo de una pareja complementaria. Ambos elementos comparten una textura cremosa y buena intensidad de sabor. La acidez del vino es fundamental para que nuestro plato tenga tanto éxito, contribuyendo a intensificar la dulzura de la langosta mientras refrescamos y limpiamos nuestro paladar.
3. Pinot Noir y pato
Una regla muy básica nos indica que las carnes rojas tenemos que servirlas con vinos tintos y las carnes blancas con vinos blancos. Pero no siempre es así. El mundo no es blanco y negro. Entre las aves, el pato tiene el peso y estructura de cualquier carne roja. Es mucho más rico en grasa y proteína que un pollo. Además, si consideramos aliños, especias y cocción, no nos queda opción. Necesitamos un vino tinto.
El Pinot Noir es una cepa tinta, pero siempre nos regala un cuerpo liviano y delicado. Con su jugosidad y suaves taninos, protagoniza un maridaje divino con el pato. Para eso recomiendo especialmente Marques de Casa Concha Pinot Noir, un vino sedoso, fresco, con unos refinados aromas de fruta roja.
La carne de pato es demasiado potente para un vino blanco, mientras que con el Pinot Noir se produce cierta equivalencia en peso y estructura. Por otra parte, su rica acidez corta los trazos grasosos y potencia los sabores. Imagínense este vino con una rica pierna de pato cocinada con naranjas y papas. Delicioso.
4. Filete de vacuno y Cabernet Sauvignon
Uno de los maridajes esenciales entre vino y comida es un buen corte de carne roja y una copa de vino tinto, donde ambos se complementan e intensifican sus aromas y sabores. El Cabernet Sauvignon es una cepa firme, alta en taninos y perfecta para elaborar vinos complejos y con un gran potencial de guarda. Un vino elegante, muy concentrado y expresivo como Marques de Casa Concha Cabernet Sauvignon, sin duda aumenta la jugosidad de la carne de vacuno y el éxito de nuestra armonía.
Naturalmente existen muchos cortes de carne y formas de cocción, pero quizás el más elegante es el filete. Es magro, blando y jugoso, si se le sabe preparar con destreza. Ahora, si agregamos pimienta recién molida, se produce un muy feliz encuentro, pues el Cabernet Sauvignon se identifica por las notas de esta especia.
El maridaje es compatible, sabroso y realza la frutosidad del vino. Prepare su filete como le guste (aunque los grandes chefs sólo lo sellan por un minutos en mantequilla y luego lo terminan en el horno, dejándolo rosado y jugoso). Pero lo que no puede faltar es sal y pimienta recién molidas. Así majestad nuestro Marques de Casa Concha Cabernet Sauvignon se expresa en gloria y y disfrutamos de este maridaje diseñado en el cielo.
5. Foie gras y vino dulce
El foie gras es un paté de hígado de pato o ganso. El hígado se cocina en su propia grasa y aceites, con mantequilla y una mezcla de especias para crear un rico y suculento plato. Se produce en varias partes del mundo, pero los más famosos provienen de la región francesa Gascona y de Hungría. La leyenda dice que los faraones egipcios ya conocían y disfrutaban este manjar unos 2.000 años antes nuestra era.
A pesar de alguna controversia por la forma de criar los animales para el abultamiento de su hígado, no podemos obviar que es una verdadera delicia y un sinónimo de alta cocina. La forma de consumo más básica del foie gras es simplemente con una tostadita y una copa de vino.
Aunque les parezca extraño, el maridaje perfecto para este rico paté es un vino dulce. ¿Por qué? El sabor dulce corta la rica y abundante estructura del foie gras, creando un perfecto contrapunto y equilibrio de sabores y texturas.
Un sabroso foie gras y un vino dulce brillante y dorado, con aromas de damascos, flores y miel como Concha y Toro Late Harvest, construyen un maridaje mágico, balanceando la estructura grasa de la carne y la dulzura del vino. En nuestro paladar se produce una sensación muy sutil y extremadamente fina. Simplemente celestial.