Probablemente nunca escucharon de estas cepas. ¿Por qué? Porque casi nunca aparecen sus nombres en las etiquetas. Estas cepas son “hijas de un dios menor” y trabajan sigilosamente para mejorar las mezclas tintas del mundo.
“Hijos de un dios menor” es el título de una famosa película con William Hurt y Gina Davis. Seguramente algunos millennials no saben de qué estoy hablando, pero los invito a googlearla. Vale la pena. Pero hablando en serio, las variedades tintoreras no son consideradas cepas nobles y rara vez un enólogo las vinifica como un vino varietal ni menos escribe su nombre en la etiqueta.
Ustedes pueden pensar: ¿para qué, entonces, se cultivan estas cepas? Muy buena pregunta. Porque estas variedades regalan un mundo de color. Pero, vayamos por parte…

El padre de estas cepas fue Henri Bouschet. En 1850 cruzó dos cepas francesas antiguas (Aramon y Teinturier du Cher) y obtuvo dos nuevas variedades híbridas: Petit Bouschet y Gros Bouschet. Después cruzó Petit Bouschet y Grenache y hoy tenemos la cepa Alicante Bouschet (sus otros nombres son Alicante Vero, Moratón, Romé Negro y Garnacha Tintorera). Y, por último, la Aspirant Bouschet, que nació del cruce de Gros Bouschet y Aspirant, muy conocida en Chile y Argentina.
En el viñedo estas cepas se caracterizan por su buena fertilidad, pero es en la bodega donde revelan su tremenda personalidad. No solo sus pieles son tintas, sino también su pulpa. El mosto, entonces, es intensamente colorido, además de tánico y algo áspero, con aromas de frutos rojos y una equilibrada acidez.
Las cepas nobles de viñedos seleccionados y rendimientos bajos brindan una uva preciosa y perfecta. Solo no hay que cometer errores en la bodega para obtener un buen vino. Sin embargo, la mayoría de las viñas tiene en su portafolio vinos de precio más accesible, de consumo diario, agradables y fáciles a entender. Obviamente estos vinos provienen de viñedos grandes, donde se busca calidad, pero también cantidad. Cuento corto: los altos rendimientos diluyen la materia colorante y estructura tánica. ¿Por qué? Porque una vid tiene que alimentar 8 o más racimos con la misma cantidad de nutrientes. Es matemática simple.

Los enólogos, por lo tanto, sabiendo que para los consumidores el color es garante de una buena calidad, miran hacia la banca y refuerzan sus varietales con pequeños porcentajes de cepas tintoreras. En Chile, por ejemplo, la ley permite que un vino monovarietal pueda tener hasta un 25% de otra cepa y todavía el vino puede lucir Cabernet Sauvignon o Carmenere en su etiqueta. Sin embargo, como nuestro país está enfocado mayoritariamente a la exportación, este porcentaje baja a 15% para estar de acuerdo con la normativa internacional.
No, no se asusten. No hay nada malo en esta práctica. Es absolutamente natural, pues estas cepas son vitis vinífera y no significa traicionar la pureza o estilo del vino. En un sentido amplio, todos los vinos son mezclas, pues pueden contener uvas de distintas cepas, viñedos, valles e incluso años. Un enólogo talentoso juega con los distintos componentes para embotellar un vino armónico, donde nada falte ni sobre.
Si algún día visitan algún viñedo de Tintorera, no duden en jugar con sus maduras bayas. Son dulces y jugosas. Van a quedar con las bocas y manos moradas. Luego degusten la uva y el vino con todos sus sentidos, incluso escuchando el sonido del vino mientras se vierte en la copa. Ahí, en ese momento, podrán apreciar todo el poder de estas cepas: el cegador color tinto, morado, colorado, “a-vinado” de la Alicante Bouschet o Aspirant Bouschet.