Versatilidad y delicadeza probablemente sea la mejor manera de describir, respectivamente, a estas uvas blanca y tinta. Dos variedades que prefieren los lugares de climas fríos, donde suelen crecer una cerca de la otra. Como el Valle del Limarí, el origen de algunos de los mejores Chardonnay y Pinot Noir de Chile.
Mientras que el Chardonnay es la variedad blanca más plantada del mundo, el Pinot Noir es de los tintos que más devotos tiene. Entre los fanáticos de esta cepa tienen una especie de obsesión por encontrar botellas exitosas (consideradas una rareza) porque es una uva temperamental y, por ende, difícil de cultivar. Todo lo opuesto al Chardonnay, cuya fuerza y neutralidad le permiten adaptarse fácilmente al lugar donde se encuentra.
Lo divertido es que donde hay Chardonnay, suele haber Pinot Noir. O viceversa. Y es que ambas variedades gustan de condiciones similares: los climas fríos e intermedios.

En el caso del Pinot Noir, este crece mejor en climas secos donde las noches son frías y los días soleados, pero no muy calurosos. Como su piel es tan delgada, bajo los rayos directos del sol podría quemarse. O ante mucha agua pudrirse. Además, crece muy rápido. Sus brotes aparecen al comienzo de la temporada de crecimiento haciéndola más vulnerable a las heladas de la primavera. Por estas razones, es común encontrar Pinot Noir en valles protegidos o cerca de grandes masas de agua que regulan la temperatura…como el mar. Como ves, no es una planta fácil de manejar y demanda mucha atención.

En cambio, el Chardonnay sí lo es. Su flexibilidad es su mayor cualidad y lo que más entusiasma a los enólogos cuando trabajan con ella. Puede ofrecer diversos perfiles dependiendo del lugar donde crezca, es decir, su sabor cambiará dependiendo de su origen. En climas fríos, por ejemplo, producirá vinos de cuerpo medio a liviano, con gran acidez y notas a manzana verde, pera y ciruela. El único riesgo es que esta variedad blanca también florece temprano, casi una semana después que el Pinot Noir. Por eso suelen plantarse juntas.
Sin embargo, las condiciones climáticas no son el único factor que incide en un vino. Probablemente ya escuchaste sobre el concepto de terroir, aquella mezcla entre clima y suelo que transforman a un lugar en uno especial. Único.
Limarí, un valle donde la arcilla es clave
A 400 kilómetros al norte de Santiago, se encuentra el Limarí. El único valle en Chile con suelos llenos de piedra caliza y arcilla, capaz de replicar Chardonnays de alta calidad como los de la Borgoña en Francia. Una zona que gracias a sus mañanas nubladas y cálidos atardeceres debido a la influencia del Océano Pacífico, también es el lugar idóneo para el cultivo del Pinot Noir. Porque esta delicada cepa tinta necesita de suelos con excelente drenaje, como los que ofrece este valle de la IV Región.

Es la zona de Quebrada Seca y Santa Cristina, a tan sólo 22 kilómetros del mar, de donde vienen los Chardonnay y Pinot Noir de Amelia. Dos vinos que buscan expresar un solo origen. Un lugar donde la arcilla es clave y cuyo terroir es exquisito para los vinos de alta gama.
Allí los viñedos de Amelia reciben el viento fresco de la costa, haciendo que las uvas maduren lentamente, conservando su frescor. El resultado es un Chardonnay y un Pinot Noir de gran estructura, exquisita mineralidad y un toque salino propio del lugar.
Son dos vinos de gran carácter que funcionan aún mejor cuando se maridan con productos de la zona. Como los cremosos quesos que se producen artesanalmente con leche de cabra en las montañas del Valle del Limarí, que maridan perfecto con las frutas rojas, complejidad y volumen de Amelia Pinot Noir.

Mientras que los camarones del Río Limarí, cuya carne es tierna y de sabor terroso, son toda una experiencia cuando se complementan con la mineralidad de Amelia Chardonnay.

Sin dudas, el sabor de una tierra que tiene mucho más para que ofrecer (en caso de que ya estés considerando a este valle como tu próximo destino).