Quién no se ha sentido atraído por el hermoso rosa de una copa de vino fría y con ganas de beberla al atardecer de un día de verano. Si bien los rosé son sinónimo de calor y terrazas, su versatilidad y alto grado de “bebilidad” invitan a descorcharlos en un sinnúmero de ocasiones. Sin ir más lejos, no son vinos para guardar. Su principal cualidad es la fruta fresca y fueron hechos para beberlos al instante. A continuación, todo lo que necesitas saber para disfrutar del rosé.
Los vinos rosados no son una moda. De hecho, las primeras plantaciones en la famosa zona de la Provenza -la región vitícola más antigua de Francia y de donde proviene la mayor producción de rosé de ese país- las realizaron los griegos hace más de 2.600 años. En ese entonces, se cree que el color de los vinos tintos en realidad era…rosado.
¿Por qué rosado?
En palabras simple se podría decir que los rosados son algo así como vino blancos hechos con uvas rojas. Recordemos que en la piel de la uva es donde están los pigmentos que le dan color al vino: el jugo de la uva recién prensado es transparente, pero a medida que se macera con sus pieles va adquiriendo color. Mientras más tiempo pase el vino en contacto con las pieles de la uva, más oscuro será el color rosado del vino y mientras menos tiempo, más claro. Así el enólogo podrá decidir su color final que, en general, va desde tonos damascos o piel de cebolla pasando por diferentes matices hasta colores similares a una cereza o frambuesa.
Variedades y aromas

Si bien puede utilizarse sólo una variedad de uva (como el syrah en el caso de Casillero del Diablo Rosé), las mezclas son muy comunes. Cinsault, garnacha, cabernet sauvignon, carmenère, syrah, mouvèdre, carignan y pinot noir son sólo algunas de las cepas con que se elaboran rosados. Y si bien hay matices entre sus colores y sabores dependiendo de las cepas, los vinos rosados se caracterizan por ser similares a los vinos tintos de cuerpo liviano, pero con sabores más frescos y crujientes. En ellos son comunes las notas a frutillas, cerezas, frambuesas, a cítricos, apio y melón, además de delicadas notas florales. Todo también dependerá del método bajo el cual se hicieron.
Sus estilos

Cuando el jugo de la uva se deja en contacto con sus pieles, hablamos de Maceración. Este es el método más común a la hora de hacer rosé y la manera en que se hacen los vinos en Provenza. Una vez que el vino adquiere el color deseado -por lo general luego de una maceración que no supera las 20 horas-, sus pieles se descartan y éste termina su fermentación de la misma manera que un vino blanco. Estos rosados son vinos de un perfil más seco, de acidez punzante, vibrantes y de tonalidades pálidas que recuerdan al damasco. Como ocurre con los deliciosos Concha y Toro Rosé y Marqués de Casa Concha Rosé. Elegantes e ideales para todo tipo de situación, ambos cuentan con una importante presencia de la variedad cinsault del Valle del Itata, lo cual les da un carácter único con mucha fruta fresca y textura suave.

Otro método utilizado es el Saignèe, que en español significa Sangrado, y que es un derivado de los vinos tintos robustos. Las uvas se cosechan pensando en producir un vino tinto, luego se prensan para obtener sus jugos pero una parte de ellos se destina a otro contenedor para que termine su fermentación y finalice como un rosado. Son vinos de colores y sabores más intensos, con una gran concentración de fruta y de mayor estructura en la boca.
Luego, existe un método menos común es la mezcla de variedades blancas y tintas. Específicamente, sucede cuando a un vino blanco se le agrega un poco de vino tinto para teñirlo y darle el tono rosado. Esta técnica es utilizada en la zona de Champaña donde la mezcla de pinot noir y chardonnay es muy utilizada para elaboración de sus espumantes rosados. Sin embargo, este método también se usa en otras regiones vitícolas donde no cuentan con reglas estrictas.
Temperatura ideal
A la hora de beberlos su temperatura ideal es entre los 10 y 15 grados C. Para conseguirlo basta enfriar la botella por algunas horas en el refrigerador o darle un golpe 30 minutos en la nevera. Para quienes gustan agregar hielo, la verdad es que no se recomienda pues el vino perdería gran parte de sus cualidades.
La mejor manera de acompañarlos
Su versatilidad en estilos también se refleja a la hora de servirlos, ya que son ideales para acompañar diferentes comidas. Maridan perfecto con casi todo. Al ser frescos y livianos, andan muy bien con platos asiáticos como el sushi o los spring rolls vietnamitas. Gracias a su frutosidad, también pueden acompañar platos picantes como un curry verde tailandés; y debido a que suelen servirse fríos funcionan excelente en asados para acompañar pollos y pescados a la parrilla, o junto a un aperitivo en la terraza con quesos y charcutería. ¿Y tú, has pensado con que servirás tu próxima copa de rosé?