Concha y Toro

Concha y Toro 11/06/2012

Peumo: El terroir por excelencia del Carmenere

El fundo Peumo de Concha y Toro se ha constituido como un lugar privilegiado para el cultivo del Carmenere en Chile.

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Con un clima benévolo, un suelo excepcional y vides añosas de probada calidad, el fundo Peumo de Concha y Toro se ha constituido como un lugar privilegiado para el cultivo del Carmenere en Chile.

Ubicado a 130 kilómetros de Santiago al sur y a 170 metros sobre el nivel del mar –en el valle del Cachapoal–, el fundo Peumo se expande en 650 hectáreas de viñedos destinadas principalmente al Carmenere. Sus primeras vides datan de 1983 y, junto a las que la compañía posee en Pirque Viejo, son las plantaciones más antiguas de Concha y Toro.

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Las líneas premium Casillero del Diablo y Trio; las super premium Gran Reserva Serie Riberas y Marques de Casa Concha; la ultra premium Terrunyo; y el ícono Carmín de Peumo, encuentran su fuente de Carmenere en este fundo.

Peumo goza de características excepcionales para la producción de esta variedad y tras años de investigación ha comprobado ser el terroir óptimo para el cultivo del Carmenere de Concha y Toro.

Condiciones privilegiadas

El valle del Cachapoal es uno de los más soleados de Chile y ofrece al Carmenere un microclima ideal para su cultivo. Sus temperaturas son moderadas, los días cálidos, las noches más frías y, a diferencia de lo que ocurre en viñedos más al norte, en Peumo hay ausencia de heladas.

En primavera, las temperaturas son más altas que en otros valles, favoreciendo la floración del Carmenere. En época estival, a su vez, «las brisas marinas que son conducidas por el río Cachapoal y el lago Rapel refrescan las parras y moderan las temperaturas diurnas, permitiendo una pausada maduración de los granos», explica el enólogo jefe de la bodega de Peumo, Marcio Ramírez.

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En otoño, las temperaturas son muy similares a las de los meses de primavera, lo que permite que el Carmenere alcance su plena madurez: «Las temperaturas más cálidas del otoño en Peumo hacen posible que las hojas se mantengan hasta un bien avanzado mayo, por lo que la planta puede continuar trabajando en la madurez de los racimos y completar su ciclo».

Es común que en otros sectores de Chile, en cambio, las lluvias y bajas temperaturas comiencen antes, por lo que la uva debe ser cosechada sin alcanzar su plena madurez, apareciendo notas herbáceas y a pimienta en el vino.

«Gracias al terroir de Peumo, en Concha y Toro tenemos la convicción de que el Carmenere puede ser maduro, con frutas rojas y negras, y notas de higo bastante suaves», señala el enólogo.

Estas características avalan que el Cachapoal sea conocido como el valle del Carmenere, y que Concha y Toro lleve más de veinte años plantándolo allí.

A diferencia del Cabernet Sauvignon y el Syrah, el Carmenere es una variedad de plantas más bien débiles, que requiere de un suelo fértil para desarrollarse apropiadamente: «En un suelo pobre, el Carmenere no crece, da poca uva y no se desarrolla. A esta variedad sólo le acomodan lugares como Peumo, donde el suelo tiene un poco más de arcilla, es más fértil y puede retener más humedad».

División por cuarteles

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Con el fin de realizar un adecuado seguimiento de la maduración de la uva, el área agrícola y enológica de Concha y Toro optó por dividir el viñedo de Peumo en 82 cuarteles de 7 a 9 hectáreas cada uno. Esta segmentación se basa en el tipo de suelo que posee cada cuartel, lo que determina el tiempo de maduración de los frutos.

Cada año se debe realizar un trabajo agrícola diferenciado en cada uno de estos subsectores, dependiendo del suelo, las plantas, el clima y la línea de vino de la que se trate.

«Hay que buscar que las calidades que se obtengan siempre sean similares. Si un año es más caluroso, hay que dejar más hojas, regar más y dejar más uva; en años más fríos, en cambio, hay que regar menos y deshojar más», explica Domingo Marchi, encargado agrícola de este fundo.

Año tras año, los vinos son producidos a partir de los mismos cuarteles previamente definidos. Los más antiguos son el 31 y 32, y se reservan para Terrunyo y Carmín de Peumo, respectivamente. Datan de 1983, sus plantas son originarias de Burdeos y sus sarmientos han sido utilizados para obtener el resto de las parras del campo.

«Un vino de calidad superior sólo puede obtenerse a partir de uvas excelentes, es por eso que el verdadero tesoro de Peumo son sus parras maduras y equilibradas. Son éstas las que aseguran un óptimo resultado», concluye Domingo.