Valparaíso y Viña del Mar, a solo un centenar de kilómetros de Santiago, nos ofrecen sus lindas playas y tesoros gastronómicos. Pero no viajen apurados. Deténgase en el camino, en el Valle de Casablanca, a degustar algunos de los mejores vinos blancos chilenos.
Unos de los destinos de vacaciones más populares de Chile son Valparaíso y Viña del Mar. Estas dos ciudades están conectadas por una avenida de casi diez kilómetros. Viña del Mar, conocida por su Festival de la Canción, ofrece hermosas playas, un casino y una amplia variedad de restaurantes. Valparaíso, por su parte, enamora con su arquitectura espontánea y colorida, con increíbles vistas desde sus cerros y una animada vida cultural conformada por pintores y músicos del mundo entero que viajan en busca de inspiración.
Los panoramas que ofrecen estas perlas de la costa chilena son ilimitados. Los amantes de los deportes pueden navegar, pasear a caballo por sus costas o practicar parapente desde sus acantilados. Pero quizás usted es amante de la buena mesa y de la bohemia. Valparaíso es conocido por su vida nocturna. En el antiquísimo Bar Cinzano, por ejemplo, puede compartir una jarra de vino y escuchar a sus intérpretes de tango y música popular latinoamericana. Ahora, si busca contacto con la cultura, no olvide que en esta misma ciudad se encuentra La Sebastiana, una de las tres casas-museo del poeta chileno Pablo Neruda.
Sin embargo, antes de comenzar a disfrutar de los tesoros de la costa, deténgase en el Valle de Casablanca. Este antiguo parador colonial entre Santiago y Valparaíso, hoy es una de capitales del vino las más interesantes en el mundo. En este valle podrá vivir una verdadera experiencia enoturística.
El enólogo de Concha y Toro Marcelo Papa produce en este valle algunos de sus mejores vinos blancos, como Sauvignon Blanc, Chardonnay y Viognier, pero además variedades tintas de cuerpo liviano como Pinot Noir, que en este terroir costero expresan una gran fineza y frescura.
Es que Casablanca, a pesar de su clima mediterráneo con estaciones bien marcadas, se caracteriza por sus neblinas matinales que refrescan las temperaturas y permiten que la uva madure lentamente, sin perder sus ricos aromas y frescura. Cada cepa responde distinto a las condiciones de este terroir, pero hay notas aromáticas comunes, especialmente en los blancos. Hablo de aromas de frutos tropicales, como papaya, piña, maracuyá y mango, además de notas cítricas como naranja, tangerina y mandarina, siempre marcadas por una acidez crujiente y fresca.
Siguiendo nuestro viaje a Valparaíso y Viña del Mar, puede encontrar numerosos restaurantes que representan a todas las cocinas del mundo, desde pastas y guisos, hasta asados. Pero no podría imaginar pasar unos días de vacaciones en la costa y no disfrutar sus mariscos y pescados. Al igual que otros tipos de proteína animal, podemos clasificar a los pescados por su peso. Algunos son muy delicados y elegantes, de carne fina, blanca y con muy poca grasa. Otros son muy intensos y estructurados. Tenemos que recordar siempre estos factores cuando queremos maridar vinos con comida.
Un pescado de carne blanca y fina es el lenguado. Para este delicado tesoro de las profundidades necesitamos un maridaje con un vino fresco y cítrico. Casillero del Diablo Sauvignon Blanc posee un bouquet de aromas como durazno, maracuyá y grosellas amarillas. Es un vino equilibrado y redondo. Por eso es perfecto para un lenguado u otro pescado muy elegante como la merluza austral. La crujiente acidez de este Sauvignon Blanc también es atractiva para otro tipo de pescados. Pruébenlo con un pescado más graso como el mero o derechamente con un congrio frito. Recuerden: la fritura necesita un vino con una acidez nítida.
Uno de los pescados más populares en Chile es la reineta. Tiene una carne sabrosa, blanca y firme, siempre que no se pase su punto de cocción. Otra especie de parecida textura, pero más refinada, es la singular corvina. Seguramente varios restaurantes de la costa le van a ofrecer estos pescados. No lo dude. Pida inmediatamente Casillero del Diablo Chardonnay. Es un vino de un carácter muy frutal, con aromas a piña, durazno, damasco y mango, y una frescura bien marcada. Al pasar parte de su crianza en barrica francesa, tiene también más estructura y algunas notas de galletas mantecosas con vainilla. Para pescados de carne más firme necesitan un blanco con el peso y la acidez de este Chardonnay.
Chile, con su costa de 4.000 kilómetros, es conocido por ser un gran productor de salmón. Este pescado se distingue del resto con tan solo mirarlo. Tiene un precioso color damasco y un sabor intenso. Un maridaje que realmente me fascina es salmón a la parrilla o al horno con un fabuloso Casillero del Diablo Viognier. Este vino captura perfectamente los atributos de la variedad y de un valle costero como Casablanca. Tiene un bouquet lleno de fruta tropical, intensa y elegante, pero además una gran redondez y estructura. El Viognier no solo es perfecto para el salmón, sino además para otros pescados muy contundentes como la albacora, que se caracteriza por su carne rosada, fibrosa, rica de sabor y muy nutritiva.
Y finalmente no puede dejar la costa sin probar el atún chileno. Su carne roja, intensa y compacta casi parece un filete de vacuno. Es una delicia. Le aseguro que para el atún debe mirar en la dirección de un vino tinto. Sí, sí, me escuchó bien. Un tinto ligero y elegante como Casillero del Diablo Pinot Noir. Es un vino muy expresivo, que sorprende con sus aromas de frutillas frescas y frambuesas. También posee un suave toque a pétalos de rosa. En la boca tiene taninos elegantes, un cuerpo bien equilibrado y una buenísima frescura, ideal para una carne firme y sabrosa como la del atún.
A solo un par de horas de distancia de Santiago usted puede vivir una increíble experiencia gourmet: probar los maravillosos pescados de la costa chilena con los vinos del Valle de Casablanca. Un maridaje excepcional y profundamente marino.