Durante siglos, sommeliers y expertos en maridaje han señalado que la armonía perfecta para los vinos blancos son los pescados y mariscos.
Los vinos blancos se deben beber fríos -entre los 8 y los 12° C- por su textura más delicada y menor estructura que un tinto.
Sus aromas son generalmente frescos y con buena acidez, lo cual permite tener notas más ligeras en boca.
Cuando hablamos de armonía, debemos pensar necesariamente en un complemento de sabores y texturas, por eso los blancos encajan perfectamente bien con pescados y mariscos.
Vino con mariscos
Algunos mariscos tienen un problema que complica la armonía en ciertos casos: el yodo.
El yodo tiene un efecto contrario con los taninos de los vinos tintos. Se produce un sabor metálico en boca lo cual es desagradable.
Además del yodo, los mariscos tienen un sabor que a veces puede ser fuerte, por lo que el vino debe tener una estructura parecida y además contar con buena acidez para bajar la intensidad del yodo. Esta acidez la encontramos en un Sauvignon Blanc o en un Riesling.
Las notas de barrica pueden ser muy agresivas y tener demasiada estructura para un marisco, así es que no lo recomendamos. Un Chardonnay sin guarda en barrica puede ser interesante siempre y cuando sea joven, para así asegurar una buena acidez.
Vino con pescados
Los pescados pueden clasificarse en 3 tipos:
- Pescados blancos o magros: los más delicados son los pescados blancos o magros por tener mucha agua dentro de su composición.
Por esto tienen menos de 2% de grasa por cada 100 gramos de filete de pescado, posibilitando una mejor digestión. Como tienen poca grasa, su valor calórico es de menos de 100 calorías por 100 gramos.
De los magros más comunes podemos mencionar al bacalao, merluza y lenguado, entre otros.
¿Qué vino recomendamos? Algo de delicado y sutil, como un Chardonnay sin madera donde sus notas frutales se ensamblan y complementan perfectamente bien con la delicadeza del pescado.
Un Sauvignon Blanc con carácter es otra alternativa, sobre todo para los amantes de agregar jugo de limón habiendo ausencia de una salsa con crema.
Un Trio Chardonnay puede ser una alternativa muy complementaria e interesante.
- Pescados semi-grasos o semi-magros: tienen presencia de, al menos, 2% hasta, incluso, 6% de grasa por cada 100 gramos. De los pescados más comunes está el besugo, cabracho y la trucha.
El vino que recomendamos es algo con más carácter que el anterior. Puede ser un Chardonnay con un leve paso por barricas como Casillero del Diablo o un Marques de Casa Concha siempre y cuando se sirva a buena temperatura.
Si el plato lleva una salsa con crema, el segundo vino es una mejor alternativa por sus notas más grasas.
- Pescados azules o pescados grasos: tienen entre 8 y 15% de grasa, por lo que su valor calórico es mayor (entre 120 y 200 calorías por cada 100 gramos). Aun así, los pescados, en general, suelen ser más nutritivos que la mayoría de la carne de animales terrestres y aviares.
Dentro de esta categoría destaca el salmón, el atún y la sardina, por nombrar los más comunes.
Como su textura es más grasa y tienen más fibras, el vino debe tener el mismo carácter y estructura.
Un gran Chardonnay como Amelia y Marques de Casa Concha serían la pareja perfecta.
Un Pinot Noir también acompaña bien dado que su estructura es delicada y sus taninos aterciopelados por lo que su armonización resulta muy entretenida.
Estos son sólo unos consejos para los vinos blancos, pero recuerden esto: vino y comida son una alianza perfecta si ustedes lo disfrutan como más les gusta.