El Valle del Maipo es el verdadero corazón del país, pues rodea la región metropolitana y su capital Santiago. Su fama se ha extendido por el mundo entero, en especial por sus elegantes Cabernet Sauvignon. La historia del Maipo comienza en la segunda mitad del siglo XIX, cuando los amantes de los vinos franceses como Don Melchor, fundador de Concha y Toro, decidieron importar y plantar esta cepa que hoy es símbolo de la calidad y prestigio de los vinos chilenos.
La comida de esta parte de Chile está definitivamente más orientada hacia las carnes rojas. En las mesas, o mejor dicho en los patios y jardines, reinan los asados. Y junto al calor de la parrilla nada mejor que un rico vino tinto como Trio Cabernet Sauvignon de Maipo. Otro clásico de la zona central es la plateada (corte de vacuno cocinado durante horas en vino y especias, servido generalmente con un puré rústico de papa). La plateada pide un vino firme y elegante como Casillero del Diablo Reserva Privada Cabernet Sauvignon.
Hacia el sur de Santiago nos internamos al Valle de Rapel. Esta región de Chile es muy conocida por la cepa chilena Carmenere (les invito a recordar su entretenida historia en este link). Si el Cabernet es como un caballero noble y distinguido, la Carmenere es una chica alegre y romántica. El vino de esta variedad posee un cuerpo mediano, con un bouquet de fruta roja y especias dulces.

En la zona central, mientras preparan una fiesta, muchas veces se sirve una pichanga caliente. Es un plato campesino, que consiste en carnes y embutidos cortados en cubos, aceitunas, pickles, queso fundido, tomate y palta. La idea es “picotear” mientras se espera por el plato de fondo, pero lo he comido un par de veces y he quedado tendida bajo la mesa. No duden y descorchen Casillero del Diablo Carmenere. Este vino es amable y suave en el paladar. No solo refrescará esta preparación, sino además aportará con su carácter especiado para hacerla aún más interesante y compleja.
Pero no olviden que la zona central también tiene hermosas playas. Sus olas son muy apreciadas por los mejores surfistas del mundo. En Pichilemu o Iloca pueden disfrutar de un exquisito pastel de jaiba. Este plato seduce con su tremenda cremosidad, pues la suave carne de la jaiba es desmenuzada cuidadosamente y preparada con pan remojado en leche y cebolla.
Les recomiendo esta receta con un vino blanco con una gran personalidad y profundidad en boca. Casillero del Diablo Chardonnay protagoniza un maridaje simplemente perfecto. Una parte de sus uvas proviene de viñedos del Valle de Rapel, que entregan notas de frutos tropicales, pero además mucha cremosidad y textura.