Porque este 4 de septiembre se celebró el Día del Vino Chileno, es que no podemos dejar de descorchar un vino chileno en casa. Es una ocasión perfecta para brindar por la importancia histórica, tradición campesina y cultura de esta bebida en Chile, que desde 2015 celebra con esta fecha en particular ¿Por qué un 4 de septiembre? Ese mismo día, en 1545, Pedro Valdivia le escribió una carta al Rey Carlos V pidiendo “vides y vinos para evangelizar Chile”. Transformándose en el documento que prueba, por primera vez en la historia de Chile, la mención de la palabra vino.
Para brindar de forma diferente, esta vez te proponemos una celebración dulce. Y es que la gastronomía chilena cuenta con postres típicos que no existen en ningún otro lugar del mundo y, por lo mismo. es que su mejor maridaje es con una bebida nacional. Te invitamos a beber una copa de vino chileno y dejarte mimar con esta dulce selección.
Mote con huesillo
También considerada una bebida, esta inusual mezcla es un postre muy popular de las familias chilenas. Consiste en duraznos secos rehidratados que se sirven en un vaso muy frío junto con mote de trigo cocido y el jugo de los duraznos, al cual se le añade canela y azúcar. Por el dulzor extremo de este postre, la idea es acompañarlo de un vino que haga contraste con el dulce elevando la acidez en el paladar, armonizando las notas del durazno y la canela. Late Harvest Rosé que tiene 89,5% de Sauvignon Blanc, un 10% de Riesling y un 0,5% de Syrah, “es muy atípico porque tiene una acidez super elevada, junto con notas a granada, berries y notas a miel”, explica Jazmín Adriazola, sommelier de Concha y Toro. Lo cual lo transforman en el maridaje ideal para armonizar este exótico postre chileno.
Sopaipillas pasadas
Probablemente sea el postre caliente más clásico de la cocina chilena, aunque también se sirva a la hora del té. Como sea, es sin dudas un plato invernal dulce. Consiste en una masa circular frita de zapallo y harina que se sirve bañada de una salsa de chancaca caliente. Esta salsa que suele aromatizarse con especias como el clavo de olor, la canela y piel de naranja, es de consistencia espesa, transformando a este plato en uno sustancial y que se come con cuchara. Para acompañarlo, una opción es un espumante frío para conseguir ese entretenido juego de temperaturas en el paladar, limpiándolo con su firme y rica acidez para el segundo bocado. Casillero del Diablo Devil’s Colection Brut, con su mineralidad y notas cítricas, entrega un excelente balance para esta mezcla.
Leche Asada
Esta tradicional receta, generalmente traspasada y heredada de nuestras abuelas, es otro imperdible de la cocina chilena aunque también hay más versiones en Latinoamérica. Similar a un flan, pero con más textura ya que no se cocina a baño María, se trata de una mezcla de leche, azúcar, vainilla y huevos que va cocida al horno y luego servida con caramelo. De sabor suave, delicado y muy cremoso, en ella resalta el sabor a la vainilla y el caramelo. De modo que nuevamente un vino espumante como Casillero del Diablo Devil’s Collection Brut, sería la compañía perfecta.
Torta de Merengue con lúcuma
La lúcuma es una fruta silvestre andina originaria de los valles de Bolivia, Ecuador, Perú y Chile. Muy apreciada en la gastronomía chilena, también es el ingrediente principal de este estandarte de nuestra repostería. Son varias capas gruesas de merengue y de crema de lúcuma (se hace un puré del fruto que se mezcla con crema y azúcar). Muchas veces servida en frío, su sabor es suave y con mucha textura (la fruta en sí es astringente al paladar), entonces necesita un vino más complejo como Concha y Toro Late Harvest. Hecho con 85% de Sauvignon Blanc, un 10% de Riesling y un 5% de Gewurztraminer, tiene una nariz compleja con notas a papaya que se funden con miel, y un dulzor capaz de balancear la potencia de esta singular fruta. No dejes de probarlo.
Turrón de Vino
Este postre típico del Norte Chico de Chile, sobre todo entre los campesinos que viven en las zonas de viñas, se remonta a la época de la Colonia. Es un simple merengue de color morado, ya que está hecho con un almíbar a base de vino tinto. Suele servirse en una copa con trozos de nueces o praliné, es de textura aireada y su sabor es dulce con notas a frutos rojos y negros. Entonces servirlo con un vino tinto del mismo Norte Chico, como es el caso de Amelia Pinot Noir, es un maridaje regional imperdible. Sus notas a cerezas rojas y el matiz de hojas de té negro del vino, complementan el sabor avinado de este particular postre nortino.