Concha y Toro

Francisca Jara 23/11/2021

Todo sobre el vino

Las barricas de granito (aka huevos de concreto)

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Dentro de las últimas tendencias en el mundo del vino, hay una que tiene que ver con la forma de almacenarlo. Hablamos de los huevos de concreto que se usan tanto para guardar como para fermentar el vino. Sin embargo, sus orígenes no son para nada nuevos. Y es que los historiadores coinciden en que los contenedores con forma ovoide habrían sido creados en la Edad de Piedra, hace unos 8.000 años. 

En Georgia, de hecho, país considerado la cuna del vino, hasta el día de hoy utilizan una especie de ánfora de arcilla llamada qvevri, como su pieza central en la vinificación. Lo cual demuestra que los contenedores alternativos a la madera se han utilizado desde tiempos remotos. 

De la arcilla al concreto

Dada la fragilidad de las vasijas de arcilla, los Romanos pronto desarrollaron las barricas de madera para guardar y transportar el vino. Al mismo tiempo que el concreto surgiría como material alternativo para crear contenedores. 

Los franceses fueron quienes popularizaron el uso de las barricas de madera hasta el día de hoy, aunque los contenedores de concreto (por lo general de forma cuadrada) han estado presentes en las viñas europeas al menos desde el siglo IX. Pero con el paso del tiempo su fabricación se redujo considerablemente, al ser desplazados por los tanques de acero inoxidable ya que ofrecen mayor control e higiene en el proceso de vinificación.

 

Huevos de concreto 

En el año 2001 el viticultor biodinámico, Michael Chapoutier, junto con el productor de contenedores de concreto, Marc Nomblot, se unieron para trabajar en conjunto inspirados en la vinificación biodinámica. El resultado fue considerado como un cambio radical en la forma de hacer vino tras crear lo que hoy se conoce como el primero huevo de concreto. Esta versión moderna de lo que antiguamente fueron los qvevri o las tinajas de arcillas, fue un contenedor de forma ovoide que midió 2.1 metros con una capacidad de almacenaje de 600 litros. La colaboración, que no terminó del todo bien por problemas de derecho intelectual entre sus creadores, fue el comienzo de la historia de estos contenedores que cada vez ganan más terreno en las viñas actuales. 

Hoy, y en particular los huevos de concreto Nomblot, están disponibles en dos tamaños: 1.7 ó 2.2 metros de alto. Aunque también existen de otras marcas como la gallega Anforum, y de materiales como el plástico o la arcilla.

 

Un vortex

Si es que te preguntas el porqué de su forma ovoide, la respuesta es que crea una suerte de vortex. Como no tienen esquinas, los huevos mantienen al vino en constante movimiento, de modo que sus lías no descansan al fondo del contenedor, sino que circulan todo el tiempo, dándole un mayor volumen al vino. Al ser un material poroso, el concreto también permite una leve micro oxigenación, que como resultado entrega vinos más grasos y redondos en boca. Ya que los taninos también se van suavizando en contacto con las paredes del huevo. Es lo que, por ejemplo, ocurre con Marques de Casa Concha Rose, criado en un 85% en huevos de concreto.

 

Vinos sin maquillajes

Otra virtud de los vinos criados en barricas de granito, es que este material no añade sabores ni aromas al vino. Cosa que sí hace la madera. Así, el cemento aparece como una alternativa para ofrecer vinos que se expresan como realmente son: sin maquillajes. No hay aromas tostados y en el caso de los vinos minerales, esta característica se exacerba sobre todo en la nariz. Además de su carácter frutal, por cierto. Lo que sí puede encontrarse, a veces, son elegantes aromas a piedra o notas salinas. 

En el caso de Marques de Casa Concha Rosé, con notas a granada y melón rosado, en boca se muestra seco, untuoso, cálido y graso. Con notas minerales y delicadas.

¡No dejes de probarlo!

 

Header ph: Nicolás Orsini

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