La idea romántica de beber un vino generalmente lleva asociada la imagen del descorche de la botella. Pero, ¿qué ocurre cuando no hay un corcho? ¿Es menos romántico? ¿Es el vino menos bueno? ¿Cuál es la diferencia entre un vino con corcho y un vino con tapa rosca?
La mayor parte del tiempo nos dedicamos a analizar lo que se encuentra dentro de la botella de vino, pero en esta ocasión te invitamos a conocer más sobre lo que está por fuera, en su envase. Específicamente su tipo de sellado, un ítem demasiado importante para la conservación de un líquido como el vino que, al ser producto de la fermentación, es una bebida viva.
En la historia del vino, la evidencia ha demostrado que el elemento más utilizado para su cierre ha sido el corcho. No siempre ha sido como lo conocemos hoy en día, claro, sino que de forma más rústica e ineficiente. Partió entre los griegos y los romanos, quienes luego lo reemplazaron por trozos de madera envueltos en telas impregnadas con aceite de oliva. El corcho ajustado típico de hoy habría aparecido gracias al monje benedictino Dom Pierre Perignon en el siglo XVII, quien descubrió que este era un excelente material para sellar las botellas de vinos espumosos. Fue a partir de entonces que el corcho evolucionó hasta transformarse en el tapón cilíndrico perfecto que conocemos.
El corcho
El origen del corcho es nada menos que la corteza de un árbol, llamado Alcornoque (Querqus Suber). Este crece principalmente en el Mediterráneo y también en el norte de África, aunque los principales países productores son Portugal y España.
Entre los beneficios del corcho, destaca que es un material natural que tiene la facultad de ser maleable, elástico y expandible, permitiendo la microoxigenación del vino para que éste continúe con su evolución en la botella y desarrollando sus aromas, tal como pasa con Carmín de Peumo o Marques de Casa Concha Heritage. Al mismo tiempo funciona como un cierre hermético.
Sin embargo, como se trata de un producto natural, tiene algunos contratiempos. Primero, es un recurso limitado, también algo frágil y luego, tal vez el problema más importante, es su susceptibilidad al TCA. También conocida como “la enfermedad del corcho”, la TCA consiste en una contaminación química que daña al vino por la presencia de clorofenoles, entre ellos, el tricloroanisol. ¿En qué se traduce esto? En que el vino puede adquirir aromas a cartón mojado, humedad, además de darle sabores amargos y desagradables al vino.
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La tapa rosca
Tomando en cuenta que alrededor de un 4% de las botellas en el mundo se ven afectadas por TCA, es que las alternativas para cerrar botellas de vinos comenzaron a aparecer y fueron muy bienvenidas en los años 80, cuando la calidad de los corchos no era especialmente consistente. De hecho, se dice que el culpable es Peter Wall, un australiano que en 1964 encargó el desarrollo de un cierre alternativo a una empresa francesa, la cual dio origen a la tapa de aluminio “Stelvin”. En un comienzo esta tapa rosca comenzó a utilizarse para vinos jóvenes o sin guarda en madera, pero actualmente en países como Australia y Nueva Zelanda, es el cierre más utilizado para todo tipo de vinos.
Su principal beneficio ante el vino es que realmente desaparece la posibilidad de que el vino adquiera TCA a la vez que mantiene los aromas, sabores y el frescor del vino. También son bastante más económicos de fabricar, y la botella es mucho más fácil de abrir en comparación al corcho. Pero lo más importante, es que los años han ido demostrando que la calidad del vino dentro de una botella sellada con tapa rosca, prácticamente no se deteriora. Sin embargo, al mantener al vino sin contacto con el oxígeno, no ocurre la evolución dentro de la botella que sí permite el corcho. Esta tal vez sea la principal razón por la cual, los más tradicionalistas, prefieren al corcho antes que a la tapa rosca.
De todos modos, hay empresas que han desarrollado tapas roscas con diversos niveles de “tasas de transmisión de oxígeno”, lo cual permitiría combatir aquel argumento. Es decir, ambas alternativas hoy se presentan como dos excelentes cierres para el vino. Y tú, ¿con cuál te quedas?