El Chardonnay es el vino blanco más popular del mundo y gracias a su prestigio ya cuenta con una fecha propia en el calendario.
El próximo 21 de mayo es cuando se celebra el Día Internacional del Chardonnay, una cepa que se originó en la zona francesa de la Borgoña, aunque por su gran versatilidad hoy se vinifica prácticamente en cualquier zona vitícola. Su planta robusta con bayas de color verde es capaz de adaptarse a cualquier clima, mientras que su neutralidad la hace muy atractiva para los enólogos.
Los sabores del Chardonnay van desde frutas cítricas como el limón, la manzana verde, hasta frutas tropicales como la piña o el mango. Todo depende del clima en que se cultive y la fecha de su cosecha, por cierto. Mientras más frio sea el clima y más temprana la cosecha, el Chardonnay será fresco y de aromas cítricos, como Amelia Chardonnay. En tanto que en climas cálidos o en cosechas tardías, la fruta será más madura y el vino desarrollará sabores a frutas con mayor dulzor y menos acidez. Pero más allá de estas características, en general encontramos dos estilos de vinos muy marcados: uno cítrico y otro cremoso.
Estos perfiles del Chardonnay se deben básicamente al proceso en que interviene la mano del hombre, es decir, la vinificación. La decisión de usar madera o no, ya sea en la fermentación o en la guarda del vino, es la razón por la cual esta variedad tiene dos estilos muy diferentes entre sí.
Chardonnay sin madera
Cuando no tiene madera, significa que es fermentado y posteriormente guardado en tanques de acero inoxidable (u otro contenedor que no sea una barrica), evitando su exposición al oxígeno. Bajo este método la variedad revela naturalmente la expresión que trae desde el viñedo, pues no se interviene con madera. Su objetivo es subrayar la acidez. Son vinos muy frutales y cítricos, incluso crujientes. Suelen destacar los aromas a lima, manzana, durazno, piña, mango y a veces también notas florales. Su cuerpo es ligero y su color vibrante. Para disfrutar de este frescor que los caracteriza, se recomienda beberlos jóvenes en vez de guardarlos, a excepción de los vinos de Chablis: Chardonnay del norte de Francia en el que raramente usan madera, pero que tiene gran capacidad de guarda. Además, servirlos bien frios (a unos 10 grados C), para acompañar platos como carnes blancas, mariscos, pastas y recetas en base a tomate como pizzas o lasaña de berenjenas.
Chardonnay con madera
Cuando decimos que un Chardonnay tiene madera, quiere decir que se utilizan barriles de madera en su fermentación, su guarda o en ambos procesos. La madera le permite al vino mayor oxigenación, la cual le aporta aromas a manzana asada o a frutos secos, por nombrar algunos, una sensación redonda y cremosa en boca, además de traspasarle sus aromas a vainilla, coco y otras especias. También es muy frecuente que este tipo de Chardonnay tengan fermentación maloláctica (proceso en el que bacterias convierten el ácido málico en láctico, reduciendo la acidez de los vinos), lo cual exacerba su perfil cremoso, ofreciendo aromas y sabores a mantequilla, avellanas, miel y caramelo. Este estilo funciona muy bien con platos a base de carnes blancas como pollo, cerdo o pescado, preparados con ingredientes como mantequilla, crema y hierbas, y sazón suave. También complementa muy bien aquellos sabores tostados de masas al horno y verduras que se caramelizadas. Te recomendamos que pruebes este maridaje con Marques de Casa Concha Chardonnay Edición Limitada o Gran Reserva Serie Riberas Chardonnay, idealmente sirviéndolos a una temperatura promedio de 12 grados C, para elevar tu experiencia.