Vinos que rescatan el carácter herbáceo de la cepa y que, gracias a los años de experiencia con esta variedad, muestran un estilo de Carmeneres más frescos y de mayor acidez.
Corría el mes de noviembre de 1994 cuando el ampelógrafo francés Jean-Michel Boursiquot, en su breve paso por Chile, redescubrió el Carmenere mientras visitaba un viñedo del Valle del Maipo. Los chilenos, hasta entonces, bebíamos Carmenere creyendo que era Merlot. Fue gracias a ese hito, y a los 26 años de experiencia posteriores a este hallazgo, que la cepa estandarte de la industria vitícola chilena logró evolucionar.
El Carmenere es una variedad de uva que se caracteriza por sus notas herbales, también llamadas verdes. Estas por mucho tiempo se consideraron como negativas. Si no entiendes de lo que hablamos, recuerda los aromas y sabores de la pimienta verde, eucaliptus o pimentón verde. ¿Te habías dado cuenta de que se encuentran en una copa de Carmenere? Si es que no, no te preocupes. Lo que pasa es que por mucho tiempo se utilizó a la madera como una forma de ocultar estas características. Y luego también se trató de disipar las notas verdes cosechando más tarde para sobre madurar la uva. Sin embargo, digamos que ambas prácticas no ayudaron a conseguir vinos balanceados. Por décadas y hablando en general, claro, prevaleció el Carmenere de estilo maduro: fruta sobre madura envejecida en madera nueva, pero aún con taninos verdes. Un vino que, a pesar de su gran historia, no ha logrado conquistar aquella cruzada que busca levantar al Carmenere como nuestra bandera frente al mundo.
Una nueva dimensión
Pese a su corta historia en Chile, algunos viticultores y enólogos entendieron que había que hacer las cosas de otra manera. Que había que ir en busca de una nueva dimensión del Carmenere.
Este estilo, al contrario del anterior, cree que las características verdes en cantidades más pequeñas pueden ser cualidades positivas. Y que, en vez de ocultarlas, es mejor respetarlas y saber cómo manejarlas. Para ello la cosecha se hace antes, lo que permite obtener uvas con mayor frescor y acidez, pero conservando su tipicidad (como aquellas especiadas notas a pimienta). Pero, además, los enólogos se dieron cuenta de que, mientras más estresadas estuviesen las parras, más pronto se detendría la producción de pirazinas (que les da la nota vegetal a los vinos).
Así, hoy existe una nueva camada de Carmenere que presentan su lado vegetal de una manera más amable, en vinos con mayor acidez y tensión, cuyo envejecimiento en madera no busca esconder su carácter.
Esta nueva mirada de la cepa también entiende la importancia del origen, de modo que hoy se producen excelentes Carmenere en lugares como Alto Maipo y Apalta. Sin embargo, también hay terroirs cálidos y famosos para la cepa como Peumo, que dan origen a vinos importantes.
Desde allí provienen, por nombrar algunos, Carmín de Peumo, Terrunyo Carmenere y Gran Reserva Serie Riberas Carmenere. Gracias a su suelo franco arenoso con algo de arcilla, y a las cosechas realizadas entre los meses de abril y mayo, Terrunyo Carmenere es uno de los vinos que ha demostrado ir en busca de este nuevo estilo, uno más fresco. Tiene notas a berries y arándanos, algo de cedro y violetas. En boca es fresco, frutal, de rica acidez y taninos dulces. Con un toque de madera dado por una crianza de sólo 9 meses en barricas de roble francés.
El tema de la crianza también ha evolucionado respecto a esta cepa. La guarda en huevos de concreto, fudres y estanques de acero, con la finalidad de que la madera no opaque las cualidades del vino, es otra de las direcciones que ha tomado parte de la industria dedicada su producción. Sin dudas, acciones que ya permiten hablar de una nueva era. Del nuevo estilo del Carmenere chileno. Tal vez, una nueva oportunidad para que definitivamente esta sea nuestra bandera frente al mundo.