Aquí no refutaremos el hecho de que el consumo en exceso de alcohol es perjudicial para nuestro organismo. Cientos de estudios han demostrado que una dieta equilibrada es el elemento clave para un estilo de vida saludable y que, por ende, escoger cuidadosamente lo que comemos y bebemos es responsabilidad nuestra. Entonces, ¿cabe el vino dentro de esta ecuación?
Cuidar de nuestra salud física y mental es una tendencia que cada vez toma más fuerza, y el mercado ha sabido responder estos hábitos. La oferta de productos saludables es cada vez más sofisticada y la sobre información respecto a prácticas diarias de mindfullnes llenan los periódicos y redes sociales. Pero, ¿es el vino compatible con un estilo de vida saludable? Claro que sí.
En esta vuelta a lo natural, el vino tiene un lugar que es ancestral. Pero no sólo como bebida, ya que el vino es la medicina más antigua del ser humano, que ha sido utilizada como tal por más de 5.000 años. Así lo explica el libro The History of Wine as a Medicine, donde cuentan cómo los escribas del vino, médicos profesionales que describían su uso hace miles de años, documentaron sus virtudes y aseguraron que, consumido en moderación, el vino es “la medicina preventiva más potente que existe”. En siglos pasados, cuando la muerte por infección era muy común, el vino era utilizado como antiséptico. Mientras que ahora, muchos papers indican sobre las propiedades que tiene el vino para prevenir enfermedades cardiovasculares y degenerativas como el cáncer, gracias a sus propiedades antioxidantes (sobre todo en los vinos tintos) y su capacidad de contrarrestar productos nocivos para el organismo como los radicales libres. Esto, como resultado, aumentaría la esperanza de vida. Además de reducir los niveles de stress al actuar como relajante, por cierto.
Pero en la historia más reciente, el vino no ha dejado de llamar la atención. ¿Alguna vez oíste hablar de la Paradoja Francesa? Esta teoría surgió de científicos franceses a comienzos de 1980 y se basa en que, en la mayoría de los países, una dieta alta en grasas saturadas está directamente relacionada a más muertes por enfermedades al corazón. Pero los franceses, a pesar de ser grandes consumidores de grasas saturadas como la mantequilla y el queso, tienen una baja incidencia de enfermedades cardiovasculares. La respuesta a esta paradoja fue: la costumbre de beber vino de forma regular.
También habrás oído hablar de la Dieta Mediterránea, recomendada como saludable por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y la cual consiste en un abundante consumo de vegetales, frutas, frutos secos, semillas, legumbres, aceite de oliva, pescado, un bajo consumo de carnes rojas más la ingesta moderada de lácteos y vinos.
La cual complementada con ejercicio físico y el factor socializador del vino, también ayudarían a la salud mental al ofrecernos momentos de relajo y placer. Estudios científicos también avalan que un tipo de fenol natural de la uva, llamado resveratrol, funciona como antiinflamatorio y reduce el stress oxidativo. Este componente, entre otras cosas, está asociado con un efecto positivo en la depresión y ansiedad.
Si bien esta nota no es un llamado a quienes no consumen vino para que comiencen a hacerlo, la idea es transmitir que el consumo moderado de quienes disfrutan de una copa de vino tinto como Gran Reserva Cabernet Sauvignon 2019 o Gran Reserva Carmenere 2019, con una alta presencia de antioxidantes fenólicos como el resveratrol, es perfectamente compatible con hábitos de vida saludable.
Alimentarse bien, hacer ejercicio diariamente, beber suficiente agua, dormir al menos 8 horas diarias son maneras simples de cuidar de tu cuerpo, mente y espíritu. También alimentar el alma con actividades que nos hagan disfrutar del aquí y el ahora, como el yoga o la meditación, puede entregarnos nuevas perspectivas para desarrollar aún más el disfrute por la vida.